Ahora Lescano está feliz en su casa materna. Una enorme estufa combate el frío de San Fernando; las temperaturas polares que castigan a Buenos Aires apenas se pueden adivinar a través de una tele de mil pulgadas que reproduce lo que ocurre en las veredas. Las cámaras de seguridad apuntan a viejos que pasan con sus gorras, perros, bicicletas. Es curioso: la realidad más ramplona se mete por circuito cerrado y en el equipo se escucha una cumbia santafesina; imagen y sonido se integran como si fuera un melancólico clip de cumbia.
Los días de Pablo Lescano transcurren entre dos realidades bien diferentes: de lunes a viernes está internado en un instituto de rehabilitación (él lo llama "comunidad terapéutica") y los fines de semana sale a tocar (él dice "a ganar el mango") con su grupo Damas Gratis.

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